Este proceso compartido ha creado un espacio de reflexión y acción crítica que se ha construido a partir del diálogo creado en el marco del colectivo formado por activistas, artistas e investigadoras. Unas conversaciones que han permitido reconocernos desde el trabajo, la lucha y el quehacer cotidiano.
Compartir las experiencias individuales que hemos tenido en torno a las migraciones, en la vivencia de la opresión o el privilegio, en el compromiso político y su expresión a través del arte o en el activismo diario, nos ha hecho identificar de manera colectiva las inquietudes y preocupaciones del grupo.
Los interrogantes que surgieron en los primeros momentos se orientaron a analizar cómo funcionan los dispositivos de poder o mecanismos de opresión que subyugan a las personas migrantes y racializadas. En ese sentido, resulta importante visibilizar la existencia de violencias simbólicas que atraviesan miradas y están presentes en las ausencias o silencios que producen algunos discursos o conocimientos. Un proceso de naturalización que debía enfrentarse para también cuestionar las normativas, prácticas y acciones que legitiman estas violencias en la vida cotidiana y contribuyen a la discriminación y el racismo institucional.
Identificar estos mecanismos permitía también plantear alternativas, contribuir con otras representaciones, narrativas, relatos o prácticas a la cartografía de resistencias que ya existe en Barcelona y que reconoce las múltiples formas del ser, saber y hacer.